alNuestra historia comienza hace 3 años y medio, cuando Alexandra llega a nuestras vidas. Fue un regalo de Dios tenerla en nuestros brazos, después de varios años de espera.

Los primeros días fueron de mucho cuidado, pues tuvo bajo peso al nacer, aunque no tuvo necesidad de estar hospitalizada. Y por la presión de que subiera rápidamente de peso, intentamos complementarle prontamente su lactancia materna con varias fórmulas infantiles, que no toleraba, pues notamos que le producían diarrea y reflujo. Seguimos entonces solo con lactancia materna, pero la angustia era grande, pues era una bebé irritable, no dormía bien, tenía una salivación excesiva y persistía su reflujo. Además, presentaba varias deposiciones líquidas en el día, pero como era nuestro primer bebé, pensamos que eso era normal.

Así pasaban los días, y ante la preocupación por ver que no subía adecuadamente de peso y talla, se iba sumando la fatiga física por las pocas horas de sueño (en promedio dormíamos 4 horas diarias). Consultamos varios pediatras, quienes indicaron tratamiento para reflujo, pero Alexandra no mejoraba, y su incremento de peso y talla era muy lento.

Hacia los 4 meses, presentó una deposición con sangre; acudimos a urgencias, en donde por vez primera se consideró la posibilidad de que tuviera una alergia a la proteína de la leche de vaca. Desgraciadamente, al volver a la consulta con pediatría, no tomaron en cuenta este posible diagnóstico.

Ya desesperados, buscamos el apoyo de un equipo multidisciplinario (gastroenterólogo nutrióloga y pediatra). Para ese entonces ella ya estaba con Desnutrición severa. Se le hicieron todos los exámenes indicados, y se confirmó el diagnóstico: Alergia a la proteína de la leche de vaca.
Para nosotros el cambio fue inmediato: contar ya con un diagnóstico preciso, además de poder contar con personas que sabíamos idóneas en su profesión, y de una gran calidez humana.
Desde el primer día que Alexandra tomó la fórmula indicada, cambió. Esa noche, por primera vez, durmió de largo. Empezó a verse una gran mejoría en las curvas de peso y talla. A los 14 meses ya pudo empezar a tomar leche de vaca, y fue dada de alta por Gastroenterología a los 20 meses, cuando su talla se recuperó.

Cuando Alexandra tenía 15 meses, supimos que esperábamos otro bebé. Pensé: “Dios mío, no quiero volver a pasar por lo mismo, por favor!”. Empezamos desde la gestación con cuidados nutricionales, por todos los antecedentes descritos.
Llegó Isabella…quien tuvo bajo peso al nacer, se alimentaba con leche materna de forma exclusiva y,aunque inicialmente su ganancia de peso y talla fue buena, también, hacia los 4 meses y medio presentó un episodio de deposición con sangre, que se repitió dos semanas después. Por lo anterior, también se le hicieron los exámenes correspondientes y se confirma el mismo diagnóstico que tuvo su hermana.

Fue difícil recibir esa noticia, y saber que venían, igual que como sucedió con su hermana, estrictos cuidados en su alimentación. En el caso de Isabella, tuvimos la dificultad, sobre-agregada de que se enfermó varias veces de infecciones respiratorias, lo cual retrasó el inicio adecuado de su alimentación complementaria, y esto impactó negativamente su ganancia de peso y talla.

Isabella ya tiene 19 meses. Ya “acepta” adecuadamente la leche de vaca y día a día tolera nuevos alimentos, sin ningún problema. Es una niña alegre y saludable, al igual que su hermana.

Damos gracias a Dios porque aprendimos muchas cosas en medio de todas estas dificultades, entre ellas, “tener conciencia de una sana alimentación, no sólo por ellas sino también por nosotros”.

Damos gracias también a nuestras familias y amigos, quienes nos apoyaron constantemente con sus oraciones, compañía y palabras de aliento, cuando no veíamos esperanza.

Familia Chacón Ordóñez