Dra. Nancy Margarita Torres, RIII pediatría, Universidad El Bosque, Comité Editorial GNP
Día a día, los medios invaden con información acerca de las últimas tendencias en la moda, cómo vestirnos, cómo comer, a dónde salir y hasta qué aficiones tener. El concepto de que “la imagen personal” es fundamental para encajar en cualquier círculo social es lo que se trata de vender y es aquí donde la obesidad se vuelve un problema y más para nuestra población infantil.
Actualmente, la obesidad es reconocida como un problema de salud pública, con una prevalencia que aumenta a un ritmo alarmante; aumento que es paralelo a un sin fin de fórmulas y/o estrategias mágicas para perder peso. Una de estas tendencias es el consumo excesivo de proteínas, con restricción completa o parcial de los hidratos de carbono y excesivo ejercicio. Lo anterior, condiciona la pérdida de peso a costa del desequilibrio metabólico del organismo. Estas dietas, aunque inicialmente parecen exitosas, tienen un efecto rebote con recuperación del peso perdido y aumento en el mismo, pero peor aún, con alteraciones en el perfil de grasas en la sangre, aumento de la reserva corporal y otras consecuencias negativas permanentes sobre la salud de los pacientes. Hoy en día se ha documentado que las dietas hiperproteicas producen un incremento en la excreción neta de ácidos, que condiciona el aumento de la excreción urinaria del calcio (hipercalciuria), con repercusión en la función glomerular (riñón) y en el metabolismo del calcio. Asimismo, la ingesta elevada de proteínas, deficiente en vegetales y frutas, es la base de la acidosis metabólica crónica, que aunque sea de bajo grado, tiene efectos deletéreos sobre el organismo, incluyendo retardo del crecimiento en niños, disminución de la masa ósea y muscular en niños y adultos, formación de cálculos renales y déficit en micronutrientes. De otro lado, las dietas con bajo aporte de hidratos de carbono (vegetales, frutas, cereales y harinas) provoca “cetogénesis” (formación de cuerpos cetónicos), similar a la que se produce en ayunos prolongados, por una rápida movilización de grasas para obtener energía. La cetosis conlleva a sensación nauseosa, pérdida del apetito, halitosis (mal aliento), cefalea (dolor de cabeza), cambios en el comportamiento, agresividad, depresión, mareos e insomnio (trastornos en el sueño).
Por último, las dietas hiperproteicas se han asociado con estreñimiento y dolor abdominal secundario, cambios en el comportamiento, debilidad, fatiga, mialgias (dolor muscular) y cuadros de deshidratación por desequilibrio hidroelectrolítico.
Por todo lo enunciado, es necesario que niños y adolescentes tengan una orientación profesional idónea, por parte de un profesional entrenado y certificado en nutrición, que acompañe y diseñe un plan individual y balanceado.
“Para que seguir una moda o el consejo de un artículo de revista de circulación popular o del internet o bien, de un profesional que no esté suficientemente entrenado en el tema, no les traiga problemas en su salud, que pueden dejar secuelas permanentes en la vida del niñ@ y del joven…”
Puede leer más al respecto en,
Lopez-Luzardo, M. Las dietas hiperproteicas y sus consecuencias metabólicas. An Venez Nutr 2009; 22 (2): 95-104. Aparicio, V; et al. High-protein diets and renal status in rats. Nutr Hosp. 2013; 28(1):232-237.