La microbiota constituye un verdadero “órgano” dentro del cuerpo humano, compuesto por un importante número de microorganismos. Estos microorganismos, entre otras, degradan los componentes de la dieta que escapan a la digestión normal del tracto gastrointestinal liberando metabolitos que pueden ser benéficos o no para la salud del ser humano. La interacción bacterias-mucosa-enterocito es “clave” para el funcionamiento y la salud del huésped, en varios sentidos.
El tracto gastrointestinal es estéril al nacimiento. Su colonización acontece ante el contacto con el medio externo y llega a alojar alrededor de 1014 microorganismos, con especial concentración en el colon, donde se reúnen aproximadamente 500 especies.
La composición de la microbiota intestinal se define en los primeros años de vida dependiendo de aspectos como la genética del huésped y del medio ambiente, donde se destaca la alimentación. Entre los factores que colaboran con dicha definición se destacan: via del parto (vaginal-cesárea), alimentación materna durante la gestación, si el bebé recibió o no leche materna, si esta fue inmediata, cuándo y con qué se inició la alimentación complementaria, la presencia de fibra y nutrientes inmunomoduladores, entre ellos zinc, vitamina C, vitamina A.
Dentro de las fases que determinan el perfil de la microbiota, la leche materna y la alimentación complementaria ejercen los efectos más definitivos.
La conformación y maduración de la microbiota demanda tiempo y el establecimiento final acontece hacia los 2-3 años de vida. Por ende, la flora del adulto resulta relativamente estable.
Inicialmente, existe un predominio de microorganismos aerobios o anaerobios facultativos (Enterobacter, Staphylococcus, Enterococcus y Lactobacillus) que consumen oxígeno y favorecen el establecimiento posterior de una flora predominante de bacterias anaerobias estrictas (Bifidobacterium, Bacteroides, Eubacterium, Clostridium, etc.). Lactobacillus y Bifidobacterium son especies benignas y contribuyen con la salud del huésped potenciando el efecto “barrera” de la mucosa intestinal, desplazando microorganismos patógenos, modulando el sistema inmune y favoreciendo el desarrollo y la proliferación celular, entre otras.
El tipo de microorganismos así como el ritmo de la colonización tienen especial impacto sobre el desarrollo del sistema inmune y en la predisposición a ciertas enfermedades. Varios procesos patológicos se vinculan con un mecanismo inflamatorio de base y, a la vez, la inflamación intestinal puede derivar de una “disregulación” de la respuesta inmune mediada por la flora intestinal.
Por lo anterior, la microbiota es fundamental para definir y mantener la salud del ser humano, pero gran cantidad de evidencia muestra la correlación entre ella y la patogénesis de varias enfermedades que rápidamente se han emponderado en la población mundial. Entre estas: diabetes, enfermedades inflamatorias, aterosclerosis, obesidad y asma.
Dado lo mencionado, la modificación de la dieta resulta la herramienta más fácil de implementar que permite modificar la microbiota intestinal, lo que a la vez, representa una forma simple de hacer prevención o intervención terapéutica.
Adaptado de Daza, W & Dadán S “Estreñimiento” en Leal-Quevedo. El Pediatra Eficiente, 7ma Ed. Editorial Médica Panamericana; 2013, Bogotá Colombia, cap 31.